#11 ¿Cómo encuentro mi propósito?
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Aquí vas a descubrir que tu niño interior no estaba tan equivocado. Y aunque no podemos cambiar cómo empezó todo, sí podemos detenernos ahora y decidir cómo vamos a terminar.
Tu propósito irá cambiando de acuerdo con tu apertura de conciencia. Puede que en una primera fase te sientas atraído por la satisfacción inmediata que te brinda una determinada actividad pero cuando te hayas sumergido en ella, empezarás a vislumbrar el fin más grande y hermoso que hay detrás. El propósito de cada persona es único porque tiene que ver con sus dones y sus cargas y bendiciones en su vida, así que nunca trates de competir con alguien más. Si deseas competir, será entonces contigo mismo para alcanzar tu mejor versión.
Espero que encuentres tu propósito y comiences a disfrutar del maravilloso entusiasmo que nacerá en ti. Etimológicamente, entusiasmo deriva de éndon (dentro) y de Teós (Dios), es decir, una persona entusiasmada está guiada por la fuerza y la sabiduría de un Dios. Sería algo así como poseído por Dios, con Dios dentro de ti o con Dios en el corazón. ¿No es hermoso?
Finalmente recuerda que el propósito lo entenderás mejor si vives en rendición. La rendición es un proceso tremendamente emotivo que no termina nunca, porque siempre puedes rendirte un poco más, rendir otra minúscula parte de ti. Y aún puede ser todo más bello. Cuando aceptas vivir alineado con Dios, el Universo o la Vida, pones tu vida al servicio del Amor y a partir de ahí, suceden sincronías y cosas maravillosas. Entonces ya no tienes tanto control sobre tu actividad, porque te vuelves una herramienta de la Vida que te usa para seguir creciendo. ¡Empiezas a ser un canal de la Fuente! Así que cuando tengas éxito (¡que lo tendrás!) no dejes que tu mente te haga creer que lo has hecho tú gracias a lo fantástico que eres. Con cada éxito, mira al cielo agradecido, sonríe y susúrrale a la Vida que siga expresándose a través de ti.
Ejercicio:
1) Piensa en qué pasabas la mayor parte del tiempo de niño. En qué actividad se te iba el tiempo. En qué actividad te decían los demás que eras bueno. Escríbelo en un papel.
2) Ahora piensa en las profesiones que te gustaban de niño: granjero, cantante, policía, médico, etc. De niño nadie sabe en qué consiste ser médico ni siquiera te planteas si te asusta la sangre o si serás capaz de abrir un tórax. Lo que sí sabes es que quieres sanar a los demás, ayudarlos. Lo mismo ocurre con un policía. No sabes si te gustan las armas o si quieres ver asesinatos, lo que sabes es que quieres proteger. Así deberás hacerlo con tus profesiones. Debes “traducir” todas estas profesiones a la emoción correspondiente que representaba para ti. ¿Lo entiendes? Escríbelas.
3) Después haz una lista de las cosas en las que eres bueno ahora y con las que disfrutas. Escríbelas.
Cuando lo tengas todo en un papel, ve coloreando del mismo color los términos e ideas que se repitan o signifiquen lo mismo. Cuando acabes, te darás cuenta que no hay tantos colores. Supongamos que te quedan 4 colores. Dibuja 4 círculos cada uno de ese color y escribe dentro de él el término global que lo resuma, junto con una o dos palabras representativas de la actividad. Bien, en medio de estos 4 círculos, vas a tener que encontrar un área que incluya todas las palabras representativas. Escribe las actividades que reúnen los 4 círculos. Si no existe, tendrás que inventar qué actividad podría contenerlas a todas. De esta breve lista de actividades, seguramente ya hay alguna que te gusta más que el resto o con la que puedes empezar más fácilmente. Pues bien, ahora básicamente se trata de empezar.
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